
Había la necesidad de alternar la presentación de la Obra Teatral El Sol Ajeno, con otra actividad cultural, que promoviera la participación de un mayor número de habitantes del pueblo, y es allí donde surge la idea de realizar una exposición de pintura.
Edgard Bazán y Jesús Rodríguez, profesores ambos en el Liceo Monagas, eran los encargados del Departamento de Actividades Complementarias, y entendían que era necesario apoyar ese tipo de iniciativas de la comunidad, e involucrarse; motivo por el cual se incorporaron activamente a trabajar junto a los organizadores de la exposición.
Cuando comienza a planificarse la actividad, para determinar la dimensión que se le daría a la exposición, se comenta en una de tantas reuniones, que un pintor Caripiteño, de nombre Juvenal Ravelo, estaba realizando carrera como pintor en París, y que tal vez se le podría contactar, para intentar traerlo como invitado al evento. Aquello, de buenas a primeras, lucía un imposible.
El Comité Organizador del evento, comienza a realizar las gestiones para tratar de hacerle llegar la invitación a Juvenal Ravelo, y se ilusionaba con verlo participar como integrante del jurado; lo cual, seguramente, incrementaría el interés a nivel de la colectividad.

Es entonces cuando surge algo insospechado. Juvenal es contactado, acepta la invitación, y ofrece traer varios de sus cuadros; pero había algo más: por si aquello fuera poco, Juvenal nos da la noticia de que vendrá acompañado de Jesús Soto y Carlos Cruz Diez, quienes se encontraban en Venezuela, y en ese tiempo estaban revolucionando el mundo de las Artes Plásticas con sus experiencias con el Arte Cinético, y el Color Aditivo.Lo que estaba ocurriendo casi no se podía creer!.
Lo que siguió fue una prueba de entusiasmo y dedicación. La cantidad de Obras que se estaba recibiendo ya superaba las 300 y aún quedaban como tres semanas para admitir otras. El Comité Organizador entendió que el local donde se abriría la exposición era muy pequeño, y comienza a buscar un lugar mas apropiado. Luego de varias diligencias, se logra conseguir el local del Sindicato de los Trabajadores Petroleros. Mejor no podía ser. Aquel lugar era, tal vez, el único que poseía las características para una muestra de pintura de tal magnitud.
Juvenal, Soto y Cruz Diez llegaron a Caripito con dos días de anticipación a la apertura de la exposición!.
Qué personajes aquellos!. Nosotros, en Caripito, sabíamos de la trayectoria y calidad de artista que eran Soto y Cruz Diez, pero desconocíamos de su calidad humana. Desde que llegaron nos hicieron sentir muy cómodos. Era como si Juvenal les hubiese hablado tanto de nosotros, que ahora sólo restaba compartir y hablar de lo que haríamos.
Qué personajes aquellos!. Nosotros, en Caripito, sabíamos de la trayectoria y calidad de artista que eran Soto y Cruz Diez, pero desconocíamos de su calidad humana. Desde que llegaron nos hicieron sentir muy cómodos. Era como si Juvenal les hubiese hablado tanto de nosotros, que ahora sólo restaba compartir y hablar de lo que haríamos.
Juvenal, por su parte, no era tan diferente. Tenía delante de sí a tantas personas que apenas conocía por las pocas llamadas telefónicas que recibió, y ahora compartía con todos nosotros y hasta hacía de “anfitrión”.
Recuerdo que la recepción fue un desayuno con empanadas, domplinas y café con leche en el mercado de Caripito. Allí hablábamos de la comodidad del viaje en Autobús desde Caracas y la belleza del amanecer de los llanos Monaguenses. Las Obras de Arte que presentarían en la exposición, vendrían en dos vehículos que llegaban ese mismo día en horas de la tarde.
Del Mercado, fuimos a La Sabana, al río “La Bomba”, seguimos a "Las Chorreras", "La Poza de Azufre" en Los Morros, y volvimos a Caripito Arriba a reunirnos con el Comité.
Pedro Luis López, Edgard Bazán y Jesús Rodríguez, dieron todos los detalles, mientras los demás permanecíamos atentos a las conversaciones. La cantidad de cuadros ya pasaba de 900 y había que reservar un área para las Obras de Soto, Cruz Diez y un tal Rafael Martínez, que ahora nos decía Cruz Diez, era quien traía las obras, y era un pintor muy destacado. Toda una revelación.
Rafael, efectivamente, llegó a Caripito en horas de la tarde, y fue entonces cuando comenzamos a ubicar las Obras de Cruz Diez, Soto y Martínez en el área reservada para ellos.
La mayoría de los trabajos de Soto eran dibujos sobre papel que había conservado durante mucho tiempo, y que guardaba con mucho celo, pues le recordaba sus comienzos. Él mismo los veía y decía “así comenzó todo. Esto es algo como lo que vamos a ver en esta exposición. El inicio de algún destacado pintor Caripiteño”.
Cruz Diez y Martínez, habían logrado traer una serie de Obras muy representativas del estilo que estaban desarrollando, y que los mantenía en ese momento, en la cúspide de las Artes Plásticas.

José Marval, Carlos Hernández, José Fierro y el Prof. Edgard Bazán, estaban instalando los cuadros y asignándoles una numeración, según una secuencia que tendría el fascículo que se le entregaría a los que visitaran la muestra pictórica.
Cuando terminamos con esa actividad, Soto y Cruz Diez nos enseñaron una gran cantidad de fotografías de varios de sus trabajos. Allí estuvimos largo rato conversando con ellos. Sorprendía ver que no miraban el reloj o daban alguna señal de cansancio. Por el contrario, ellos querían saber lo que a los Caripiteños nos interesaba y nos atraía de la pintura, y conversaban con los pequeños con tanto interés, que los mayores no podían interrumpirles.
En la víspera de la Inauguración, mi amigo José Marval, aún no lograba la expresión que buscaba en el rostro de un Nazareno, con el cual pensaba completar los cuadros que había inscrito en la exposición.Yo le acompañaba una noche, cuando, luego de pararse varias veces frente al cuadro y colocarlo en un sitio con mucha luz, dijo…”Ya sé, espérame aquí”.
No sé qué le pasó, pero fue hasta su dormitorio, y de allí salió corriendo hacia la calle con un dinero en la mano diciendo: “ya vengo, voy a donde los Canales, antes que cierren”. Se refería a la bodega de la calle Bolívar, la cual era atendida por la Familia Canales.
José regresó con ocho cajas de “pitillos”, de los que se usan para tomar refrescos, y comenzó a cortarlos en trozos de diferentes tamaños. Aplicó pintura blanca sobre el rostro del Nazareno, hasta borrar la imagen sin concluir, y utilizando aquel cuadro como una base, comenzó a elaborar una cosa totalmente extraña y diferente.
La Exposición de Pintura fue inaugurada con notable éxito. El pueblo de Caripito participó de manera muy activa en la muestra, al inscribir más de 1.100 Obras, y todas fueron exhibidas. Tuvo la oportunidad de ver algunas de las Obras de sus artistas invitados: Soto, Cruz Diez y Martínez. Presenció, además, unas proyecciones filmadas en París y en Caracas, en las cuales se podían apreciar algunas de las Obras más importantes de esos artistas.
La Obra de José Marval, construida con “pitillos”, resultó ser la más destacada. Se ganó el reconocimiento del público, así como también de los artistas invitados.
Juvenal Ravelo, por su parte, hizo gala de su capacidad creadora en la pintura, y de su condición de hombre de pueblo, y en tres días de arduo trabajo, en coordinación con las brigadas juveniles que se constituyeron en cada barrio, elaboró una obra pictórica de gigantescas proporciones: Convirtió al pueblo de Caripito en un lienzo multicolor.
Cuando terminaron de pintar las fachadas de cada casa, de cada barrio, y se concluyó el proyecto, fué entrevistado en Radio Caripito. Dijo en sus propias palabras, algo así: “Éste no es mi proyecto. Yo fui invitado hace unas semanas atrás a participar en una actividad planificada y coordinada por el pueblo de Caripito. Yo no lo hice, lo hizo el pueblo de Caripito”, y agregó… “yo los he apoyado en una actividad que fue soñada por ellos,… ellos echaron a volar el arte.”
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Fotos (de arriba hacia abajo) : 1) Obra de Jesús Soto. 2) Obra de Juvenal Ravelo 3) Obra de Carlos Cruz Diez
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